domingo, 6 de febrero de 2011

Educación presencial: " La mesa familiar"









Un comensal es cada una de las personas que come en una misma mesa.
Me parece interesante indagar de qué modo incide la comensalidad en nuestra salud y qué relación tiene con la educación. No imaginamos la importancia que tiene en la formación de nuestros hijos, todo lo que “nos trae” la mesa en familia.

Alguien a quien considero bastante sabio decía que no debemos afligirnos si nuestros hijos no concurren a  clases de computación, o idiomas, o a una gran escuela… mientras que tengan valores espirituales profundos. Quien cuenta con esta formación interior sabrá, con el correr del tiempo, qué hacer para dar algo bueno para sí y para los demás.

Cuando tenemos que elegir el lugar donde serán educados nuestros hijos (escuela u otros espacios de formación y socialización) se nos cruzan muchas variables para la elección por ejemplo.

Algunos reflexionaremos sobre qué entendemos como “la  mejor  educación para nuestros hijos”, cuáles son los valores que esa escuela debiera priorizar, si debe ser paga y que nuestro hijo acceda a una atención excluyente o a una formación específica, a una pedagogía  particular o,  si por el contrario, todas estas “especialidades” de formación o trato no perjudicarán la formación del niño, alejándolo de la realidad… si para que ello no suceda no será más adecuada la diversidad que proporciona la educación pública; o bien hacemos una apuesta más afectiva y confiamos su educación al mismo colegio al que fuimos de chicos; o a un colegio religioso para preservar ciertas costumbres o creencias, que tal vez preservan la tradición familiar… infinidad de argumentos, a los que se suman los de orden práctico: cercanía, posibilidades materiales, horarios laborales, requerimientos especiales de los propios niños…

Vuelvo ahora a la mesa familiar: la hora de la cena refleja algo que nos caracteriza como familia. Ese “algo”, la mayoría de las veces, no es lo que, idealmente creemos. Esa creencia de lo que “debería ser” no es algo necesariamente racional, simplemente la tenemos internalizada a veces como un mandato social o familiar, como una creencia construida por nosotros mismos a partir de buenas y malas experiencias, lo cierto es que, en ocasiones no aplica a la situación diaria de nuestra mesa familiar. Así que para no encontrarnos con esta frustración evitamos de diversas formas ese momento de encuentro (o desencuentro) familiar en torno a la mesa.

Aún cuando de desencuentros se trata, creo que la práctica diaria de la mesa familiar, nos permite, precisamente, ver y poner las cartas sobre la mesa,  y con eso, tenemos la oportunidad de jugar limpio y elegir la jugada.
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“Mi recuerdo en la mesa es mi papá enojado”, me dijo alguien en una consulta…    Se me ocurrió que mi paciente traía un gran recuerdo para elaborar y a partir de esto “materiales”, para crear otra mesa con sus hijos.
Además. El hecho de tener un recuerdo en si mismo es bueno, porque no hay nada peor que no tener memoria/s.

Otra paciente que presentaba un problema de sobrepeso, al igual que su hijo, luego de una profunda charla y reflexión, llegó a la conclusión de que compartir la elaboración de platos con su hijo, así como la acción de preparar la mesa, iba a generar, además de un buen momento con su hijo para compartir, momentos para que el niño comprenda que las cosas tienen un “tiempo” y que la comida no está ya, bajar la ansiedad, algo en lo que estaba necesitando ayuda el pequeño.

Otra paciente quería realizar una dieta exclusivamente naturista en su casa, y consultó sobre la orientación con sus hijos, en la entrevista quedó en evidencia (a partir de las reflexiones que ella misma realizaba) que su incapacidad en disfrutar y la línea fina que tenía con la “anorexia”, estaban llenando de presiones la “mesa familiar”, por lo que concluímos que no importaba que eligiese ahora, si no que pueda compartir y disfrutar con sus hijos y marido un momento en la mesa, comiendo chatarra, o naturista, eso no era la prioridad, sino sacarle a la comida presión, restricción y  exigencia.

No digo que en la mesa familiar se resuelvan todos los males de la sociedad, es sólo un momento concreto, diario, una posibilidad asible de generar un espacio de encuentro, de diálogo o bien de reconocer que el diálogo está haciendo falta, puede ser un momento de empatía, de compartir, de reconocer la diferencia y la distancia, de tomar decisiones personales y familiares, de agasajo y de invitación, de reprochar y criticar, de lo que surja, puede ser un momento de espontaneidad.

La mesa familiar nos da la posibilidad de pensar en qué familia somos y qué familia queremos ser, de compartir valores con nuestros hijos; en esta mesa se hacen presentes la similitudes y las diferencias, nos permite reconocer nuestros buenos y malos hábitos, pone en juego el amor y la aceptación.  

Como verán algunos aspectos claves en la formación de cualquier persona se movilizan en la mesa familiar: el amor, el compartir, el aceptar, el vivir con la diferencia, poder elegir.

A no dudarlo, esa formación amplía el potencial del desarrollo de las capacidades de nuestros hijos y desde ya, que de todo el grupo familiar, mucho más que cualquier escolaridad por sesuda que sea nuestra elección.

4 comentarios:

  1. muy buena reflexión!muy importante. Gracias!
    leti

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  2. Gracias Leti! Me alegra mucho que resulte útil! besos!

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  3. Que lindo y que importaante tomar nuevamente como valor el poder compartir en una mesa los alimentos no solo nutrimos nuestro cuerpo si no tambien el alma. Gracias!

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  4. Gracias Andrea! si, sobre todo el alma, que en definitiva es lo que nos define la vida!

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