La balanza del terror
Una hermosa joven de 17 años concurre con su madre a mi consultorio; padece un problema hormonal, metabólico y sobrepeso. Su madre entra en primer lugar y mientras intercambio con ella unas palabras veo ingresar a mi paciente. La noto muy angustiada, le pregunto qué le pasa, la jovencita solloza y llevándose la mano al pecho (como queriéndose calmar a sí misma), me dice que le cuesta hablar de estos temas. Su madre me hace notar que es por la balanza que tengo en mi consultorio. Me veo obligada a pedirle disculpas y decirle que no la usaríamos, excepto que ella quisiera hacerlo. Procedí a guardarla.
El niño que no tenía tiempo
Un niño de 12 años acude a mi consultorio, también con su madre, tiene algo de sobrepeso. Le cuento que mi propuesta no tiene que ver con hacer “dieta” (que era una palabra que él traía), sino con aprender a comer bien, a conectar y registrar lo que come, me retruca: “Yo necesito resultados inmediatos. No puedo esperar.”
El juego de sumar calorías
Otra jovencita, de 16 años, me “confiesa” que vino a atenderse porque quiere bajar 4 kg . Advierto que esta niña no necesita bajar nada, está preciosa y en su peso. Me cuenta la experiencia de consultas previas en las que “jugaba a aprender a sumar las calorías de los distintos alimentos”.
Ni todas las dietas de este mundo
Una paciente adulta, con 50 kg de sobrepeso, ya pasó por “todas las dietas del mundo”, se sincera conmigo que no iba a venir, que la había mandado la psicóloga y que pensaba que vendría una vez “para cumplir”, y que después no iba a seguir “si esto era más de lo mismo que yo ya me sé de memoria”
El caso de la nutricionista perpleja
¿Qué sucede aquí? una jovencita que se amarga frente a una balanza, un niño exige resultados… qué es más de lo mismo?, con quien quiere cumplir esta buena señora que sin duda ha sido hostigada. ¿Qué estamos reproduciendo?
¿Qué valores trasmitimos?
Por qué cuando le propongo a mis pacientes de incorporar frutas a su alimentación, dan por sentado que la banana queda excluida del universo de las frutas “porque engorda mucho”
Por qué cuando le propongo a mis pacientes que pensemos el ejemplo de un día de comida me preguntan (casi sin excepción) cuántas calorías tiene que tener y ninguno me pregunta por la calidad de lo que hay que comer.
Señor concédeme…
Creo que es imprescindible que los profesionales de la salud reconsideremos el lugar desde el que nos vamos a posicionar, tener claro qué modelo vamos a transmitir y sobre que filosofía nos vamos a plantar.
Entiendo que esto está relacionado con la ética profesional.
Recordar como profesional, transmitir valores claros, que orienten y que tengan un fundamento ético explícito es un modo de ejercer honestamente la profesión.
Sin contención y acompañamiento que tenga sustento en una práctica ética sólo hay instrumentos de tortura.
Balanzas o percintilos, fríos cálculos de calorías en lugar de un espacio cálido que nos aloje para abordar los problemas que padecemos y nos angustian, resultados que no resultan. En lugar de transformarse en un aprendizaje vital que nos conecte con el deseo de estar mejor.
La expresión de un síntoma (sobrepeso, ansiedad, atracón, lo que sea), no deja de ser la expresión sabia que el cuerpo tiene de poner en evidencia una cuestión inconciente que de otro modo no se haría manifiesta.. Ergo, debemos agradecerlo, respetarlo y escucharlo mucho más.
Es tiempo de encontrar nuevas formas de relacionarnos con nosotros y con nuestros pacientes, nuevas referencias, nuevas guías que tengan un propósito más claro, orientado al proceso, no tanto al resultado.
Es tiempo de superar el miedo que puede generar encontrarnos con cuestiones que no sabemos como manejar, ó con tener que reconocer que nuestras herramientas no son las más útiles en muchas consultas.
Todo esto nos obliga a no dejarnos estar, a no caer en la inercia de la rutina, a reconstruír nuevas formas, a conectar MUCHO con nosotros, para luego poder trasladarlo a quien nos consulta.
Es tiempo de crear un nuevo modelo.
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