martes, 20 de noviembre de 2012

Los consultantes cuentan...

Es tanto lo que aprendo y disfruto de pensar junto con los consultantes ( que tengo la oportunidad y el privilegio de conocer) los pasos a seguir, las decisiones a tomar y de caminar con ellos, cada paso del proceso, que en este espacio, quiero compartir un mail ( autorizado por quien suscribe dicho mail) sobre los inicios de un cambio, que luego, se siguió profundizando...
( cambio solo el nombre del autor del mail, el resto es copia fiel del original)

Vanina:
Bueno, aquí estoy reportando las novedades del frente de lucha, la cual va siendo cada vez menor ya que, salvo la primera semana del nuevo régimen alimenticio, en la cual mis gatos temieron por todas sus vidas porque parecía que en cualquier momento me los iba a comer con pelos y todo, voy sobrellevando el asunto notablemente bien, con una fuerza de voluntad casi a prueba de bomba, para mi sorpresa. La mala noticia es que he perdido la amistad del carnicero del barrio, quien me interrogó, cuchilla en mano, por qué no lo honraba más con mis visitas. La verdad fue una escena muy intensa, ya que prácticamente me excomulgó de su local cuando le dije que estaba buscando la salvación en la berenjena y el brócoli. No sirvió de nada explicarle que pronto retornaría a la lista de sus parroquianos, y en un acto con algún significado simbólico en su gremio -el cual escapa a mi comprensión- talló mi nombre en la tabla de picar, y con una mirada bastante espeluznante, me indicó la puerta con el afilador.

Lo que sí, debo confesarte que la otra noche, el domingo pasado de hecho, violé el cuarto mandamiento: “no codiciarás los fritos”. Como excusa se debía a que celebrábamos una cena en honor a mi gemelo, quien parte nuevamente de viaje por el continente armado con su guitarra y su arte, y me tenté con un par de croquetas de alguna verdura verde no identificada pero que se parecía bastante a la acelga. Pero fuera de eso, palabra de honor que no hubo otros pecados que confesar.

Estoy saliendo a caminar entre 40 minutos y 1 hora, sin aflojar el ritmo ni la frecuencia. Esto, más el cambio del tipo de comidas y las gotas de Bach, me tienen en un constante buen humor, lo que evidentemente se nota en la calle porque la gente al pasar no deja de murmurar “¿quién es ese muchacho con ese semblante feliz, que bien puede ser producto de una dieta equilibrada y mucho ejercicio o tal vez porque es un inadaptado al que le gusta llevar la contraria al ánimo en general?” Como vez, la Voz de la Maledicencia nunca descansa.

Y para ir terminando y no abusar mucho más de tu paciencia, esto yendo nuevamente a los cafés a retomar mi ritual.

Siendo todo por ahora, un abrazo enorme desde las trincheras (metafóricas),

Marcos



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