“.. Siempre seguì la misma direcciòn, la difícil la que usa el salmòn...”
(Andrès Calamaro)
Hoy me enteré que la palabra CORAJE, viene del latín: cor: corazón. Cuando perdemos el coraje, es pues (deduzco) cuando nos sentimos “descorazonados”.
Esta pieza me faltaba ubicar para completer algo así como un rompecabezas mental que voy armando, en torno a los temas de la imagen corporal y la dificultad de aceptarnos como somos.
El peso se convierte muchas veces en el requisito sine quanon para que se logren muchas de nuestras aspiraciones. Pareciera que primero hay que adelagazar, para lograr tantas otras metas, y de lo más diversas: desde estar en pareja hasta tener un trabajo en el que estamos interesados.
Suelo preguntar si realmente para acceder a estas cosas que aspiramos es real que debamos tener un cuerpo determinado o un peso inamovible. Claro que NO, ciertamente existe un peso social y cultural sobre las cuestiones del peso y la imagen, pero no es menos cierto que serían interminables los ejemplos que aseveran que lograr determinado peso no es condición para lograr nuestros propósitos, ahora mismo pienso en Mercedes Sosa…
A diario confirmarnos que no somos de tal o cual forma, que no cumplimos con el canon social. No nos gusta que nos impongan un cuerpo, pero... perdemos el coraje de marcar la diferencia y plantarnos con el cuerpo que tenemos para alcanzar nuestros propósitos.
No se trata de no intentar mejorarlo sino de que eso no nos condicione. Entonces... frenamos el impulse del amor propio incondicional, perdemos el CORAJE, nos DESCORAZONAMOS. Y el cuerpo cada vez pesa más, porque ahora está oprimido … el corazón se nos ha cerrado...
Y sí, para cambiar los paradigmas, hay que ser VALIENTE… cierto grado de “locura”, y la constancia de ir contra la corriente suele ser lo que hace que las personas cambien muchas veces la historia..
Ciertamente hay situaciones condenadas socialmente, pero cuánto bien le hacemos al mundo si vencemos esos prejuicios y sostenemos la actitud de hacer las cosas igual… a pesar del prejuicio, cuanto sanamos y dejamos de ser cómplices de esas cotidianas formas de discriminación.
Es como el camino del salmón, que va contra la corriente…difícil... pero cuánto más difícil nos es sostener ese prejuicio, cuánto más sufrimiento y frustración, cuánto más costoso para nosotros y para los que vendrán si no hacemos el esfuerzo de ir contra la corriente.
Mostrarnos, aceptarnos y amarnos, tal como somos. Este es el modo de actuar más sensato, además de sincero, corajudo y con corazòn valiente.