viernes, 24 de junio de 2011

Yo amaranto, ¿tu,amaranteas o amarantas?



En medio del despliegue de comida procesada, chatarra, ràpida, etc, cada vez reaparecen màs los "saberes popularess", los usos de antaño, que vienen a aminorar y mostrar otra cara, otras opciones.
Lo mà dofìcil es organizar las compras, ir a la dietètica y abastecerse de estos productos, conocer un poco como usarlos y meter las manos en la masa, y por sobre todas las cosas: ENCHASTRAR MUCHO!
Aquì una opciòn rica, sana y nutritiva...

                                                        AMARANTO

También es un pseudo-cereal y ha sido fuente importante en la alimentación  maya, azteca e inca.
Contiene Calcio, hierro, pocas grasas ( oleico y linoleico) y es fuente de Hidratos de carbono ( igual  que la quinoa)

En cuanto a su valor proteico, si bien posee todos los aminoácidos, para ser completa la proteína, depende del suelo,  la variedad, el tiempo de madurez, etc, pero  la presencia de Lisina, que es el aminoácido (recordemos) limitante en los cereales, está siempre, por lo que Siempre complementa a los cereales, independientemente de los otros factores.
La relación adecuada es 1:1, es decir, por ejemplo Igual cantidad de arroz que de Amaranto..


Tiene un grano Muy duro, por lo que es preciso cocinarlo BIEN, realizando un previo remojo de, aprox. 12 hs.


Se lo consigue de varias formas, las harinas, hasta el 20%, mezclada con otras harinas, permiten realizar todo tipo de amasados. 
También se lo puede usar como el pochoclo, “amaranto pop" o "amaranto inflado", pudiendo incorporarse a yogures y postres!

El amaranto inflado es fàcil y de buena aceptaciòn para empezar a incluirlo, solo hay que tenerlo, luego se lo espolvorea al plato de comida, o se lo agrega al jugo, leche ò yogur del desayuno.

Fuentes: Varias, pero la mejor el curso de actualizaciòn en vegetariano aadynd 2009

martes, 21 de junio de 2011

Y què oficio le pondremos ...







En las consultas que me llegan como nutricionista, surgen temas que podría decirse que “exceden” lo estrictamente nutricional. Esta constante de mi actividad me condujo a replantearme cual era mi rol como nutricionista en estos procesos.
Con algunos pacientes reflexionamos sobre la importancia de que duerman la siesta, o contraten ayuda, deleguen y dejen de cargar pesos,  tener más tiempo libre, o que se re vinculen con su padre o con su madre. En estos casos, suele suceder que el consultante mantenga el vínculo que se ha dejado de lado a través de cierta identificación con la comida. Esta necesidad de continuar la nutrición aprehendida en desplazamiento del vínculo en ocasiones no les permite elegir otras opciones nutricionales más adecuadas en el  momento en el que se encuentran.
Aparecen también todo lo que los pacientes como padres “cargan” sobre sus hijos lo que nos lleva a re pensar sus hábitos; su propia falta de límites, poder diferenciar éstos del “control”; la importancia de salir de la rigidez.
 Estos re planteos buscan ubicarnos en un Nuevo lugar para re elegir, con elección verdadera, sin exigencia o dureza.
Nos centramos entonces en encontrar la forma propia, en dejar de comprar recetas, o reproducir las familiars. Al fin y al cabo, se trata, de dejar de evadir con la comida otras cosas; de quitar el exceso que hay detrás de los trastornos en la alimentación.
 En ocasiones surge la importancia de poner orden en varios aspectos de la vida,en otras de acotarlos, para eso es necesario decodificar qué hay atrás de, por ejemplo un comportamiento compulsivo, tal vez un vínculo, un hecho, una representación de nuestra historia… 
En fin son muy amplios y profundos los relatos, pero en todos los casos, a más profunda la consulta, más me lleva a reflexionar  Cuál es mi rol?
Si soy nutricionista… ¿ está bien que hablemos de esto?; ¿qué tengo que hacer, a dónde derivo, hasta dónde abro el diálogo?
Más preguntas de este estilo se me suscitaron , algunas, con respuesta clara e inmediata, otras, dejo que maduren, me tomo un tiempo, re pienso, consulto el caso si siento que es necesario.
Hasta ahora, indefectiblemente he llegado a la conclusión que ver complejamente con que nos NUTRIMOS es una llave importante para elaborar consejos nutricionales.
 Y esto incluye la comida, las emociones, los pensamientos, las relaciones, los mecanismos, las actitudes, los diálogos, las biografìas …
Entonces, el plato de comida, es un reflejo de muchas cosas que nos nutren a diario. Y todo lo que “lleva” ese plato complementa y colabora en la consulta en nutrición.
Al reconocer todos los ingredientes, al poner en palabras la receta, las cosas se aclaran.  Donde hay sensaciones que producen “ruidos” o “distorsiones”, tratamos de tomar de decisiones sostenibles por cada uno.
La calma vuelve cuando comprendo que una buena práctica del nutricionista consiste en “armar el plato” y “pensar los menús”. Y este nuevo armado nos obliga a pensar y elegir con qué  queremos alimentarnos en la vida.




miércoles, 8 de junio de 2011

De prìncipes y princesas

A lo largo de la vida se nos van imponiendo ideales : estilos de vida, estéticos, culturales que no encuentran contexto con nuestra realidad y son causa de muchas frustraciones.
A cada edad difiere el ideal y ese motivo de frutración, por más ridículo que resulte, ese ideal orbita en nuestras mentes como un objetivo a llegar, y nos conduce a una abierta disconformidad con lo que somos o podríamos ser.
En los inicios de nuestra escritura, cuando comenzamos a esbozar los primeros “garabatos controlados”, ya se producen estos desfasajes: dibujamos una casita y le ponemos chimenea, verde alrededor, un caminito, muchos árboles y piedritas decorativas en el caminito... ¿De dónde sacamos que nuestra casa está en el prado rodeada de árboles y con una chimenea que libera humo?
Las mujeres fantaseamos con que somos “princesas”, en un país donde no hay monarquía, aquí no se lleva corona ni se cree en el linaje real, pero el deseo de ser princesas muchas veces predomina entre las niñas, y no tan niñas.
De la historia de la princesa también se refuerzan algunos sesgos de machismo e imposiciones para con los varones que si lo pensamos dos veces querríamos erradicar: el príncipe azul no tiene que hacer gran cosa,  no importa quién es, si nos gusta o no, si se ajusta a nuestra forma, con llegar y besarnos nos “rescata” de la malvada que obvio es fea, mala y gorda.
Cuando aparecen cuestiones relacionadas con el peso, es común,  que  más que la incomodidad fìsica o el interés en estar sanos, las personas se debatan en la “verguenza” de no ser la princesa de la casa en la pradera o el príncipe gallardo y valiente que con su sola presencia conquista a la mujer que quiere.
Como partimos de objetivos inalcanzables las búsquedas son erradas. Cuando ahondamos en los motivos por los cuales sería favorable elegir una forma de nutrirse saludable y adecuada, aparece este desacople,  porque se “compran” fórmulas que no atienden a lo que cada uno necesita: qué comidas necesito comer, en qué horarios sería más conveniente que lo haga y en qué cantidades.
De allí que muchas veces se incurra en dietas absurdas, excesivamente bajas en calorías, o ausentes de calorías o con propuestas que desde el nombre ya nos indican el grado de inadecuación a nosotros: “la dieta del astronauta”.
Una propuesta saludable parte de la aceptación de quién soy, de conocerme y elegir mi traje (puede que sea el de princesa, pero también puede que me guste el de oficinista, jardinera, médica, ama de casa o mecánico).
Los ideales de una sociedad no tienen por qué ser una lejana zanahoria a la que muy pocos tienen acceso.
Si mi casa es pequeña, mis opciones de mejorar mi habitat serán agregar estantes, quitar muebles  o regalar cosas porque no tengo espacio, si lo único que se me representa como opción es tener el palacio, sólo voy a sentirme frustrada.
Esto es lo mismo que hay que encontrar en los planes nutricionales: que se adapten a mis necesidades, a mis gustos, a mis hábitos, a mis horarios, a mi actividad. Si buscamos saciar nuestro hambre con ensalada de lechuga, ciertamente nos frustraremos.
Es necesario ver lo perjuidicial de estas imposiciones para salir del cuadro  de “paciente eterno”, la distancia entre lo real y lo ideal se achica cuando construimos ideales propios sustentados en nuestros verdaderos deseos y no en base a ideales ficticios o prefabricados, frente a ellos es tan grande la brecha que nunca nos logramos sentir “satisfechos”. Esto produce que el hambre sea cada vez  sea más voraz y los resultados temporarios e insostenibles porque me son ajenos.
Ha sido una fortuna que en estas tierras se haya desterrado la monarquía. ¡¿A quién se le ocurre seguir reivindicando príncipes y princesas?!